El Universo de Esteban Esteban era un niño con una imaginación tan grande como el cielo estrellado de una noche de verano. En su mente, los planetas eran canicas de colores y las estrellas, farolillos que guiaban a los astronautas perdidos. Su habitación era su nave espacial, y cada libro, un portal a un mundo diferente, lleno de aventuras y misterios. Pero a veces, su universo interior chocaba con el mundo real como dos asteroides gigantes. Los deberes, las prisas, las palabras que no entendía, todo se agolpaba como una tormenta de meteoritos. Esteban se sentía pequeño y perdido en medio de ese caos, como un astronauta sin brújula en la inmensidad del espacio, abrumado. Un día, conoció a Luna, una gata blanca y sabia, tan silenciosa como el vacío entre las estrellas. Luna tenía ojos de dos colores, uno azul como el cielo despejado, y otro verde como la hierba fresca. Ella se sentó a su lado y le enseñó a respirar, a sen tir el aire como una nave que entra y sale de su cuerpo.
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